Un pedacito de sentir

Entendeme si te digo que, de vez en cuando, no sé. Que imaginé un rumbo y se disipó. Que lo concreté y después no hubo sabor a nada. Que la gloria fue inventada, que la realización no pasaba por ahí. Entendeme si te digo que no sé, porque mayormente es así y suelo moverme un poco por inercia, casi respondiendo a una obligación. Interna, externa, latente, implícita. Busqué mundo en las letras y lo encontré. Pero era muy distante al tangible, al ideado por los hombres. En ese se respira aire de selva, de supervivencia al más apto (el animal con más carácter). Una constante de hacerse valer, que te anula a cero repetidas veces. Pagando derecho de piso por sólo respirar, absorbiendo a cuenta gotas lo poco que queda de alma. Entendeme si te digo que no entiendo cómo vivir. Porque hay reglas a las que me cuesta seguirles el ritmo. Mi esencia no las puede aprendher. Comprendí que la realidad es muy cuadrada para las mentes expansivas. Como un yenga metafísico bien armado, por voluntad, pero inestable y susceptible a mano ajena. Se cae. En cámara lenta o a veces de forma tan abrupta que no alcanzo a perder el aliento. Sólo quedan piezas y la sensación de arrancar de nuevo. A pulmón. Y tiembla la voz diciendo «otra vez». Pulverizada. Después respiro y abrazo el juego, porque es lo único que queda. Acomodar las piezas, idearse una eternidad, entendiendo lo finito, disfrutando el proceso. Volviendo a empezar, las veces que sean necesarias.