Puerta abierta, a ser lector
- Belen Palermo
- 3 nov 2023
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 14 mar
Estar frente a textos que rozan lo absurdo, que carecen de sentido y que, automáticamente, nos invitan a mirar hacia otro lado. El orgullo de no sentirse a la altura y la decencia de retirarse a tiempo. Es una batalla perdida, pero no entrega total en una guerra.
Un buen contrincante primero desespera, desquicia y finalmente empuja a la negación profunda. En consecuencia, la madurez de asumir que cada palabra tiene vida propia; la capacidad de alternarse y cobrar mil significados.
Ser un lector paciente implica luchar con monstruos literarios y con grandes autores. Comprender que un relato no sólo es una distracción banal, sino la resignificación de cómo vemos el mundo. Oraciones que entreabren puertas insólitas, capaces de acoplarse a su portador en diferentes circunstancias de la vida.
Tuve la capacidad de entender que, sí algo carecía de sentido a simple vista, eso no lo hacía más insignificante, sino diferente. Asimilarlo no nos vuelve más ignorantes, sino soldados sin herramientas que, inevitablemente, las adquieren con tiempo, práctica y predisposición. Puede ser también una percepción errada; un juicio subjetivo que tampoco es de fiar.
Resignificar o renacer implica, a mi entender, morir para dar paso a nuevas ideas. Soltar verdades que considerábamos absolutas (únicas) y acoplar lo desconocido. De esa manera, cada relato puede ser una llave a algo nuevo, una ruptura que no debe quedar estática en una página, sino que debe ser parte del día a día para combatir la dicotomía del “destino decidido” o la “reconstrucción” continua de nuestro propio relato; ser protagonistas de cada capítulo y moldearlo a cuenta propia.
Estoy negada a concebir que los pies deben seguir un mismo camino; un principio, un nudo y desenlace. Porque hay algo más que ese proceso básico lineal. La vida, es ruptura, giros y saltos temporales continuos. Probablemente por eso la construcción sencilla de los textos me repele (y antes me resultaba atrapante).
Mutar, resignificar y explorar la propia mente.
Considero que no hay placer más inmenso que viajar de palabra en palabra, de personaje en personaje y tener la capacidad de adaptarse a esas múltiples realidades. Un beneficio adictivo en el cual podemos perdernos, sin ganas de volver. Evadir el mundo para saltar a otros. La dualidad de sobrevivir a está nueva experiencia; de encontrarse con esos viejos contrincantes, más visibles y seductores, pero que arrastran, y arrastran fuerte.
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