top of page
  • Instagram
  • Facebook
  • LinkedIn
  • Whatsapp

Danza la consciencia, en todas las estaciones

  • Foto del escritor: Belen Palermo
    Belen Palermo
  • 3 nov 2023
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 15 mar

Un texto que nació de la entraña, para una tesis. Un reflejo artístico de los sentimientos fluctuantes, símil a cada estación. Con sus caídas y florecimientos.


Eso que cargo, que no tiene nombre ni figura. Ese no sé qué abrupto que se entremezcla con un sabor amargo. Me veo, pero no sé realmente qué veo; si son mis ojos o dos abismos insondables, oscuros y faltos de vida. Tengo un recuerdo tenue de una chispa pasada, pero percibo que sólo es un anhelo irrecuperable. Escarbo con pulso inestable, en una sintonía siniestra y repetida. Me pesan los ojos, los refriego y, de tanto en tanto, no puedo sostener la mirada, porque en el fondo este desencuentro me enceguece.


Me niego y lo niego, sabiendo que me estoy quedando sin aliento. Esto tan ajeno, que ahora me tira y me sacude en la inmovilidad. Y me detengo súbitamente, porque me doy cuenta que no soy eso. Que hay un pedazo de alma que me fue arrebatado. Me toco el pecho, porque ahí apenas el latido es perceptible, pero se me confunde con la respiración que a veces tiende a dispararse en intervalos de ansiedad.


Y mis pies ya no me sirven de soporte, flaquean como mi cabeza, que no deja de elevarse agazapada. Corre y gana de prepo. No estoy ,o en realidad no me siento preparada, para esta carrera, no todavía. A mí me duele el esguince del alma, la contractura de la desolación, el nudo de la garganta que me imposibilita gritarle al mundo eso que ni yo misma puedo ordenar. Pero dejo de buscar una premisa que describa este pensamiento recurrente y aflojo; por un momento dreno la tensión de los hombros con movimientos circulares.

Ya no agacho la mirada, pero me observo con cautela como animal al acecho; como si estuviese rastreando al enemigo, el peor de todos. Y esa soga, tensa, que se extiende por cada extremidad, deshilachada y llena de nudos, me mantiene así. Expectante.


Pero me sacude la consciencia y siento que ese estado no me lleva a ningún lado; me vende una falsa sensación de abrigo que se entremezcla y en el fondo me estruja; me consume, azota y extirpa. De repente, los ojos se alarman, se despiertan y me veo los pies enterrados en el fondo, conformes, inquietos, ahora un poco más incómodos. Quieren movimiento y revolución, quieren ser efecto de mi causa; así que me desdoblo, flexiono e impulso. Saco provecho de esa base ordinaria, que ya no me retiene (o en realidad nunca lo hizo). Suelto. Refloto. Un poco asustada y oxidada, porque no sé cuánto tiempo estuve en ese estado latente.


De a poco los movimientos se sincronizan armoniosos, reconociéndose como parte propia y no como una extensión molesta. No tengo ganas de seguir arrastrándome como obligación ni como objeto. Me sacudo ese falso descuento que le vendo al mundo, porque no soy oferta arrebatada. Reconozco la soga, la agito, sin intenciones de seguir lacerándome las manos. Ahora las palmas no perciben la textura rugosa que resquebraja, comienzo a emanar cierta suavidad interna que me amolda a esa nueva circunstancia.


Ligera, sin prisa, volátil. La voz mental deja el ímpetu dictatorial para tornarse más pasiva. Como si esa vieja pared dispuesta a discutir, el otro yo, que sólo estaba a la defensiva, bajase mil cambios y quedara boquiabierto frente a mí.


Hola, te veo, te siento, soy yo”.


Nos reclamamos el desconocimiento, soltamos una risa y dejamos de fruncir el ceño. Acá está, tu parte rota, esa que querés soltar, pero que en el fondo te conforma; el gris de tu paleta cromática. Esa faceta que sulfura y te corta en mil pedazos, pero que te alecciona como inversión a futuro.


Pequeñas cuotas de verdad como saltos y escalones de un juego perecedero al que llaman, curiosamente, vida. Y entiendo con consciencia tenue que barajo la certeza de no saberlo todo. Una paradoja que me dice “vos sos eso, pero también sos lo otro”; un mundo entero que merece ser descubierto, un terreno basto de cualidades.

Tierra fértil, lloviznas y flores.


Terremotos, flaquezas y calma. Mi propia geometría de tres lados. Mi propia ciencia.

¿Qué sería de la marcha, de este andar tan finito, si las cosas no costaran un par de lágrimas? Si no tuviéramos que hipotecar de vez en cuando el corazón. Tener coraza, no para el martirio, sino para la reconstrucción, para soldar y permitir que florezcan cosas nuevas. Hojas caídas de este otoño humano que da lugar a pétalos exóticos de oportunidades. Ahora me veo con mayor claridad.


Acá estoy, como lienzo dinámico que pretende extirpar lo que influye y no fluye.


Acá estoy. A veces entera, a veces a pedazos, pero voy.

Comentarios


bottom of page