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- Belen Palermo
- 21 oct 2023
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 15 mar
Perdí el sistema que me ayuda a ordenar el sobre-pensamiento y la falta de perspectiva. En vilo, como quien tiene mucho que decir, pero sin formas. Entonces me pregunto qué hacemos cuando no sabemos qué hacer. En qué caemos cuando se nos va la herramienta de escape. Qué hacemos cuando lo que nos definía ya no sirve, cuando estás en la encrucijada, en la pausa, viendo como los caminos se abren paso. Cuando un día te levantas y no tenes ninguna vía para materializarte.
Qué haces cuando volves al punto de partida y una voz apática te dice que «si no es eso, no sos nada». Suspendida en una especie de éter personal, me cuelgo no sé en qué, eso que está por encima de mi mortalidad.
Será el alma o la parte rota que quiere salir a trote, que no encuentra la manera de tener autonomía. Recíprocas, dependientes, una adosada a la otra. Ella con su aire espiritista y yo como un tarro por llenar.
Es que «la razón sólo sirve para disecar la realidad en calma o analizar sus futuras tormentas, nunca para resolver una crisis instantánea». Así que escribo, desajustada, batiéndome a duelo con las palabras. Expectante, desde acá, desde el paréntesis, queriendo «expresar» sin saber qué decir.
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