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Transitoriedad crónica

  • Foto del escritor: Belen Palermo
    Belen Palermo
  • 3 nov 2023
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 14 mar

Un autodiagnóstico

Hay una sensación que habita mis días. La pensé como una idea al azar o un capricho transitorio. Una rabieta mental del momento y arbitraria. Algo que me iba a picar unas semanas e iba a absorberse, como todo lo que conlleva tiempo. Un mal menor. Esa electricidad de no pertenecer, el calambre en la punta de los dedos. El cranear que siempre hay un poco más.


La inconformidad es el alimento del progreso y se nos debe a los insatisfechos escuché una vez, como un repiqueteo de verdad cruda revelada. Motor en continuo movimiento. Una construcción, una rutina, los mismos pasos y el hachazo. El cambio abrupto, la necesidad de ser otro, muy distinto y aprendido. Un salto abrupto a las primeras veces, a la reconstrucción y al parto de una nueva vida. Como una Mamuska de vivencias en una misma línea, que resulta no ser recta sino curvilínea. Con altos y bajos, con lo ruin y lo esplendoroso.

Acá me invade el hambre de la reencarnación, las mil vidas en una vida. El concepto dado vuelta, la búsqueda inagotable de la anécdota, de la apuesta y la locura. Del trajín de lo disparatado, de las decisiones a contrarreloj, de la conmoción de no llegar, cuando en realidad no hay nada por alcanzar. Porque todo lo que acontece resultó ser el medio.


Absurda esta enfermedad que no suelta, que se vuelve forma de vida, encarnada en la piel. Un germen en reproducción, una sed irracional, un encauce de otro mundo. Eso que me lleva inevitablemente a la palabra, lo que activa, lo que me hace escribir los capítulos imprevistos de esta historia.


La gota que engrasa las ganas, que las hace activar irracionalmente, de forma vivaz, como si no hubiese mañana mejor ni peor. Solo un salto suspensivo a llenar, un formulario de requerimientos del momento. El aliento final, pero consecutivo, latente. Esta transitoriedad crónica que me hace ser de ningún lado, un poco errante, sin pertenencia, de nuevos comienzos, de reinserciones. El reinvento con una misma base, pero con esencia tatuada. Persona de un mismo nombre, mentalidad de muchos cuentos.


Esto que no me abandona, que me transforma, que es mi alimento y mi malestar. Mi propulsor y la vuelta en loop que me condena. El duelo sin perdida, con ganancia y nostalgias. Con saudade de repeticiones, de lo que no va a poder seguir siendo. De los ojos que no van a poder ser mirados, de lo que quedó inconcluso y generó contractura interna. Soy mil vidas en una vida, con todo su bagaje. Soy la sensación latente del renacer, pero también el ahogo punzante de morir.

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