top of page
  • Instagram
  • Facebook
  • LinkedIn
  • Whatsapp

Ensueño

  • Foto del escritor: Belen Palermo
    Belen Palermo
  • 27 oct 2023
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 15 mar

No puedo concebir si la secuencia estrafalaria que viví ese día fue real o tuvo lugar en mi cabeza. Hay hechos concretos, pero sentimientos muy difusos y no existe sensatez completa en ninguno de los dos planos. Tu grito alborotado, incrédulo y culpable. Y del otro lado yo, mirándote con tanta congoja y resignación. El nudo en el pecho y una satírica sensación de alivio por nuestra derrota. Porque esa situación ya era irremontable y sólo con el último aliento podía darme cuenta.


Tengo que ser totalmente sincera; mi parte más inhumana se alegra de que ahora acarrees esa podredumbre hasta el final. No es rencor, sin lugar a duda. Siempre dijimos que uno hace lo que puede con lo que tiene, pero creo que fuiste bastante consciente y, a pesar de eso, te gusto el camino más ruin. No pretendo ordenar esto para mezclar lo irreversible, pero hay deudas que son difíciles de saldar y, el precio del juego y la histeria, son bastante altos. Así que, sin la entereza de saber si estoy ideando esto o aquello, te dejo asentado cómo fue nuestro fin. Capaz puedas desglosar de las palabras una resolución más pintoresca.


Esa semana te encontré bastante indiferente, como de costumbre. Creo que nuestras amistades en común nos anexaron en ese infierno. ¿Ninguno sabía de estás asperezas? Ignoro aquellas ignorancias. Calculo que sólo querían un fin de semana ameno y superficial. Imagínate el espanto que me inundó cuando te vi por la ventana a trasluz. Automáticamente entré en esa habitación para llenarte de preguntas, pero te habías ido. Así, como una bomba de humo, repentina y volátil.


Me convencí que tarde o temprano nos teníamos que cruzar. A fuerza mayor o por mi terquedad. Siempre tuve esas ganas imperiosas de poner las cartas sobre la mesa, pero en cambio vos, eras un fanático de jugar con ellas, de guardártelas bajo la manga. Sociabilicé por inercia mientras la mirada se me escapaba por los costados. Te busqué con furia oculta. Pensé que mi presencia te iba a movilizar, pero eras una piedra. Un muñeco autómata. Me tomé el atrevimiento de sospechar del escenario. Si no era una especie de show encubierto y vos una mentira. Pero era real, sé que en el fondo era real. Sin embargo, vos te paseabas de un lado a otro como esquivándome, desapareciendo en un suspiro.


Y esa amiga en común que no respondía mis inquietudes; me decía que sólo me estaba haciendo la cabeza, que me tranquilizara. Todos ignoraban si efectivamente estabas o no con nosotros. Cada día se volvió más tosco y dar con vos era como seguir un mapa a ciegas. Me temblaba el alma y vomitaba desesperación.


Probablemente si das con esto te rías con esa suspicacia tan característica y sueltes con voz endemoniada “pobre, siempre tan metafísica y profunda”. Y la verdad que no podría discutir, vivo comprometida con el otro, no en el sentido de orden social. A veces me canso de explicarte que enlazar con otra persona no es sinónimo de cantar los votos. Que te quiero hasta la muerte, es probable, y eso lo supiste desde que me perforaste con los ojos. No importa, era hasta la muerte y justamente esa línea ya la crucé.

Hoy no sos más que la indiferencia flotando por el aire.


Te sonará perturbante lo que acabo de decir, pero aclaré que la secuencia fue grotesca y no era una exageración. Después de tantas idas y vueltas, de entregarme a tu nada, sentí un golpe en la frente. No puedo ponerlo en palabras, pero se asemeja a una bocanada de vértigo. De repente los roles se invirtieron, pero te vi resurgir del sueño. Estabas dormido y te levantaste de golpe, como si hubieses estado en un coma hermético y te vi en ese movimiento brusco, dándote cuenta de todo.


Saliste disparado de la cama, exaltado y con la traspiración colmándote cada poro. Corriste con una angustia tan detonante que hasta me dio pena. Pero son los precios, te avisé, que el costo iba a ser alto. Y andabas soltando palabras a mansalva, perturbado. Hablando en otro idioma más humano.


Te cayó una ficha y a mi otra. ¿Por qué te veía en un plano tan distante? Me sentí tu apéndice sin poder tocarte y se hizo un eco de agonía. Corriste tanto, vi cómo te temblaron hasta los pies. Andabas en círculos, medio extraviado en ese infierno, en esas paredes que habían sido sólo desencuentro.


Pensaste que me ibas a encontrar en algún punto de ese lugar inhóspito, te sentiste iluminado y a tiempo, pero una voz te bajó de un hondazo a la realidad.

Te quedaste pasmado y pálido cuando nuestro círculo social te dijo que no estaba, que me había ido hace mucho. No tenía retorno. Capaz te despertaste de un sueño en mi sueño. Capaz tu revelación fue una mentira, pero ahora garabateo esto con la convicción de quien vio un asesinato, inundada por el horror que me dejaste ese día.

Comments


bottom of page