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El túnel

  • Foto del escritor: Belen Palermo
    Belen Palermo
  • 3 nov 2023
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 14 mar

Textos de aquellos si los hay.

Una invitación sin retorno al estilo lúgubre de Sabato. Gris, pero armonioso.

Se considera que es uno de los más leídos de Argentina (y puedo dar fe que es así, no sólo leído, sino releído y deshuesado).


El túnel llega como lectura obligatoria, mayormente en el secundario, pero siempre busca la manera de reencontrarse con uno en algún momento de la vida. Quizá en un lapso tormentoso, de necesidad ruin. Cuando queremos leer lo oscuro del ser humano, sin preámbulos. El andar de uno por un pasadizo que, creemos conectar con otros, pero que va en paralelo. A lo lejos, distante y enfermizo.


Sin vueltas, como señalé, uno revela la totalidad del libro en el primer párrafo. La historia neta, lo que pasó y quién lo ejecutó.

El primer impacto es el desconcierto.

Parece policial, pero no. A uno le entra la idea de que tiene todo resuelto, principio, nudo y desenlace, y repito: no.

Sólo es el puntapié para una montaña-rusa de sonrisas incómodas y cierto odio al personaje principal, Juan Pablo Castel. Exótico ser que te incita a querer entrar, a desgarrar las letras y darle, en criollo argentino, un «bife» (golpe directo). Es que uno automáticamente piensa «es un montón, nadie puede llegar a ese límite», pero se puede. Y él lo deja en claro. Aunque sea políticamente correcto castigarlo, sabemos que en parte es un reflejo de lo que podemos llegar a ser.


Sabato es espejo de las miserias y de los procesos psicológicos. Del dominio de uno mismo a la completa irracionalidad. Es así como María, su amante casual, es el objeto detonante. Una mujer indescifrable, que no puede ser poseída y está libre de compromiso. Arma de doble filo. Un lugar de difícil acceso.


Un salto emocional, que utiliza la vanidad, el olvido, la memoria, la culpa y el castigo como herramientas para transportarnos a un final inminente: un túnel sin salida.

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