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Bahía encerrada, el escape en el fin del mundo

  • Foto del escritor: Belen Palermo
    Belen Palermo
  • 21 oct 2023
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 16 jun

A los lugares los hacen las personas, pienso. Los terceros con los que compartimos y generamos momentos y, que de alguna manera, nos permiten fluir en esencia. Esos espacios se construyen con emociones circunstanciales y les otorgamos eso que buscamos o creíamos perdido. Una simbiosis nata, no sólo con hitos turísticos deslumbrantes, sino también con esos puntos “ordinarios”, apagados y olvidados por los ojos de la cotidianeidad.


Bahía encerrada, ubicada en pleno centro la ciudad de Ushuaia, se caló en mi vida en un momento en donde la libertad parecía un mito de otra época. La pandemia azotó, inesperadamente, y esos paseos llenos de oxígeno se redujeron a cuatro paredes, en mi caso, un mono-ambiente lleno de historias y sentimientos fluctuantes.


Me acuerdo a flor de piel cómo los días pasaban a cuenta gotas y las horas eran huecos a llenar. La opresión neuronal de quedarme encerrada y no poder viajar, se incrementaban con otras exigencias que no había pedido (como el estar activo con un sinfín de actividades virtuales). Después de tantas semanas vacías, en nuestra localidad, se nos permitió caminar 500 metros alrededor de donde vivíamos.


Así que, en esos primeros pasos sin rumbo, de persona que intentó renunciar a todo y se quedó en la mismísima nada, llegué a aquella reserva natural. Un espejo de agua, quieto y panorámico de los puntos más simbólicos del fin del mundo (como el canal del Beagle, el Monte Olivia y la cadena montañosa impenetrable).


Paradójicamente encontré libertad en su forma encapsulada, en su quietud, sus humedales y pastizales. Cada caminata y su circunferencia dieron a mis ojos nuevas perspectivas y valoraciones. Y en mí, resonaba el agradecimiento de poder ser parte y una nueva frase recurrente “qué bello es el hogar”. Una reserva capaz de contribuir a los pulmones verdes, a la protección de cuencas y costas, a preservar a más de 50 especies silvestres migrantes.


En cada mirador una historia, un descanso y desconexión. El destino más poético que encontré para reiniciar la vida y que fue participe de un crecimiento personal exponencial, no solicitado pero que, en retrospectiva, se convirtió en algo necesario.


Ushuaia tiene ese no sé qué rumiante que te abraza o expulsa. A mí la isla me adoptó, me acunó y enseñó cosas que nunca hubiese imaginado. Todavía, creo, le debo una profunda despedida.


Ese último año entendí que las vueltas de la vida son miles, pero no terminan siendo más que un juego en el que hay que agarrarse fuerte y disfrutar. Un lindo zamba que enseña que, a nuestra transitoriedad, hay que sacarlo provecho.


Cielos pincelados, horizontes de otro mundo, atardeceres estelares, lloviznas imprevistas y encuentros sanadores. Bahía encerrada es el famoso a la vuelta de la esquina, en donde todo puede pasar. El lugar y el puntapié de un viaje que siempre se reinicia.

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