Dúo
- Belen Palermo
- 3 nov 2023
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 14 mar
Quién iba a decir que de ese encuentro casual pudieran nacer más palabras que voces. Producto de un fortuito acto de inercia, reflejo o casualidad, o quizá por el destiempo que cargaba en los hombros ese día. Te vi, pero me hice la desentendida y bajé la mirada como quien se sofoca por la curiosidad. Me pregunté el porqué de mí duda, el porqué de esa constante vacilación.
Irascible.
Era un momento particular, lo reconozco; sólo estaba de paso y por eso me ofusqué. Porque te vi, porque se me disparó la inconsciencia y tenía que estar en otra parte. No ahí, hurgando en mí cabeza, sino en una realidad, más humana, tangible y aburrida. Pero vos estabas ahí, como escondido entre tantos y fue esa multitud inerte lo que te llenó de grandeza.
Caminé e intenté omitir ese hecho insulso para el mundo. Me costó mucho retomar la marcha, porque sí, efectivamente te vi y se me trabaron las piernas. Una huelga abrupta y física. Quedate. Hacé. Reaccioná. Impulsá. Y de golpe un basta que hacía juego con la sarta de negativas que emanaba.
Ya pasó. El tren se fue. Después una risa tosca y una idea naciente; qué cliché el pensamiento que girando, mata. Ser humano repetitivo y autómata, hasta en las tragedias, una puesta en escena. El propio yo recriminando "qué mentira inventas para hacerte menos ordinaria".
Así que continúe, obligándome a efectuar movimientos torpes, fieles a mi estilo. Esquivando rutinas, ojos, suspiros y anhelos. Tenía la sensación de que todos habían visto algo extraordinario pero que, sin embargo, preferían seguir rumiando los grises; conscientes de su papel en ese exuberante ganado.
Y una seguidilla de quejas ¿Qué decís? ¿Qué planteas? Si con el miedo atravesado fuiste eso-que-odias. Parte de la masa gris y espesa. Otro basta y retomo.
Sé que es otro autoengaño, porque no puedo, porque es más fuerte que yo, porque otra vez se me va y me voy; otra vez me fui y me volveré a ir. En esa secuencia estrepitosa y degradante. ¿Cuánto puede durar todo eso? Me pregunto, pero no respondo y me aniquilo.
Ya fue, de nuevo. Comienzo a sospechar que mi diccionario se limita a unas cuantas palabras renegadas, andá a saber, qué me importa, basta, ya fue, no sé y nunca lo sabré.
Listo. Retomo y soy persona de nuevo. ¿Cuál será el rostro de esa disonancia? Mejor dicho ¿Cuál será la máscara que se calza? Porque soy eso, pero también soy otra cosa. Y me pierdo en otro conflicto inventado, me desvío.
¿Dónde estás? Te dejé pasar y me acuerdo. Todo empezó con vos, toda esta persecución insana fue regalo de tu fugacidad. Mentira; fue producto de mi tibieza o mi indecisión. La secuencia la acomodé a gusto “y piacere” (como diría mi madre); en definitiva, soy consecuencia de mí misma.
Así que trato de focalizar cuál era mi falso objetivo, la meta original y me olvido por un momento, aunque sé que voy a volver a vos desbordada. Sigo, ahora un poco más sutil, con las ideas acomodadas y carácter endurecido. Paso y paso. Un trote innecesario y llego.
Burocracias, revuelvo y termino.
Después la lucha.
Una parte intenta convencerme que lo más oportuno es tomar una ruta alternativa, me dice que, si ya dudé una vez, probablemente lo haga de nuevo. Y le creo, porque el miedo tiene un gusto dulzón. Una cuchara que se vuelven dos, tres y finalmente un rotundo empalago.
Pero otra voz disonante me dice que no tengo nada que perder, que los ojos están para usarlos. Giro la abulia, le doy la espalda y se nota que los pies se mueven con más entusiasmo, anhelantes. No cargo nada, sólo me llevo a mí, casi a los pelos, casi a los piques y sin aliento. Tres cuadras, dos cuadras y siento que estoy llegando a una recta imaginaria. Y la cabeza me dice pará.
¿Qué pasa si ya no estás? En el fondo siento que estoy jugando a alimentar mis caprichos espontáneos, no sé qué hago. Y me anticipo a la angustia y digo ya fue, pero en el fondo pongo quinta y me entrego. Estoy ahí, parada, expuesta y me hago paso entre todo eso que no me interesa.
Te toco ansiosa. Y después te envuelvo con las dos manos. Lanzo un par de mirada furtivas para confirmar que el mundo es sólo nuestro. Un par de palabras, una pausa y dejo que la ausencia de voz me diga que fuimos una buena casualidad.
Vos, tan olvidado en un estante y yo tan obnubilada.
Te leo, pero parece que es al revés y describís cualidades que sólo yo conozco.
Así que pienso, de nuevo, que bueno volver de la duda, que bueno volver para ser víctima de tu escritura.
Comments